otros escenarios posibles

El XXI requiere imperiosamente de otros escenarios donde sea posible
desplegar la actividad subjetiva y la transformación del mundo experiencial en un espacio
multidimensional para poder comprender y actuar en este agitado e interesantísimo
tiempo en que nos toca vivir. La lógica de la simplicidad ha dejado de ser funcional y precisamos
herramientas que nos permitan pensar de una manera no lineal, dar cuenta de las paradojas
constitutivas de nuestro modo de experimentar(nos), acceder a un espacio cognitivo
caracterizado por las formaciones de bucles donde, por un lado, el Sujeto construye al
Objetoen su interacción con él y, por otro, el propio Sujeto es construido en la interacción
con el medioambiente natural y social.No nacemos “sujetos” sino que devenimos tales en
y a través del juego social.
Desde una mirada que parte de la
vincularidad y la interacción como formas básicas de la experiencia humana, la subjetividad
no puede ser un carozo, una estructura fija, un núcleo estable e independiente. Estamos
dejando de pensar en términos de sustancias, esencias o estructuras para acceder a la fluidez
y variabilidad de la experiencia contemporánea que exige considerar la productividad, actividad,
circulación, creatividad.
El conocimiento, desde la perspectiva pos-positivista, no es el producto de un sujeto
radicalmente separado de la naturaleza sino el resultado de la interacción global del hombre
con el mundo al que pertenece. El observador es hoy partícipe y creador del conocimiento.
El mundo en el que vivimos los humanos no es un mundo abstracto, un contexto pasivo,
sino nuestra propia creación simbólico-vivencial. Sin embargo, que nuestras ideas del
mundo sean construcciones no quiere decir que el universo sea un “objeto mental”, sino
que al conocer no podemos desconectar nuestras propias categorías de conocimiento, nuestra
corporalidad, nuestra historia, nuestras experiencias y nuestras sensaciones. El mundo
que construimos no depende sólo de nosotros, sino que emerge en la interacción multidimensional
de los seres humanos con su ambiente, del que somos insep
Desde los enfoques de la complejidad, el sujeto no es meramente un individuo, es decir
un átomo social, ni una sumatoria de células que forman una aparato mecánico, sino que
es una “unidad heterogénea” y abierta al intercambio. El sujeto no es una sumatoria de capacidades,
propiedades o constituyentes elementales, es una organización emergente. El
sujeto sólo adviene como tal en la trama relacional de su sociedad.
Las propiedades ya no están en las cosas sino “entre” las cosas, en el intercambio.
Desde esta nueva mirada, tampoco el sujeto es un ser, una sustancia, una estructura o una
cosa sino un devenir en las interacciones. Las nociones de historia y vínculos son los pilares
fundamentales para la construcción de una nueva perspectiva transformadora de nuestra
experiencia del mundo y de nosotros mismos. Y este cambio no sólo se da a nivel conceptual,
sino que implica también abrirnos a una nueva sensibilidad y a otras formas de actuar y
de conocer, a otra ética y otra estética, ya que desde la mirada compleja estas dimensiones
son inseparables en el con-vivir humano.
Desde esta perspectiva conceptual el sujeto no es lo dado biológicamente,
ni un “psique” pura, sino que el sujeto adviene y deviene en el intercambio en un medio social
humano en un mundo complejo. Ahora bien, no debemos confundir el sujeto con la
subjetividad. Esta es la forma peculiar que adopta el vínculo humano-mundo en cada uno
de nosotros, es el espacio de libertad y creatividad, el espacio de la ética. El sujeto no se caracteriza
solamente por su subjetividad, sino por ser al mismo tiempo capaz de objetivar, es
decir, de convenir, de acordar en el seno de la comunidad, de producir un imaginario común
y por tanto de construir su realidad. Lo que los positivistas llamaban “el mundo objetivo” es
para las ciencias de la complejidad una construcción imaginaria compartida, un mundo
simbólico creado en la interacción multidimensional del sujeto con el mundo del que forma
parte. El mundo en que vivimos es un mundo humano, un mundo simbólico, un mundo construido
en nuestra interacción con lo real, con lo que está afuera del lenguaje, con el misterio
que opone resistencia a nuestras creaciones y a la vez es la condición de posibilidad de
las mismas.

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